"Más de cien pupilas donde vernos vivos", Más de cien mentiras, por Joaquín Sabina.

28 jun 2010

Mi dietario irregular (XXXII): Carta a Leonor


Querida Leonor,

¿Te acordás de mí? Hace ya demasiados meses que no hablamos, pero el concepto del tiempo siempre fue un invento nuestro, y como tal, lo manejamos como queremos. No te deberá sonar raro, entonces, que te diga que ha pasado poco tiempo, y que prácticamente sigo igual que antes. Todo bien.

No sé engañarte: estuve medio complicado hace un tiempo, y la cosa no salía, no salía. ¡Y es que no tenía que salir nada, más que yo! No sé a quién leí que decía que los problemas se pueden reducir a nombres. Otra vez con el tema de los conceptos, que sólo son una invención, como lo es la cámara o la cuchara. Y fijate, al hilo de eso, ¿eh?, que a mi me vino la verdad -bueno, la verdad es solamente otro concepto, pero adelante- de los dos nombres más jodidos: el amor y la muerte. ¿Quién carajo puso el nombre a una, quién pintó a la otra? El tema es que todo estaba bien, luego me fui y luego no es que estaba mal... ¡es que no estaba!

Sobre el amor supe que lo había entendido mal, o que me había inventado una variante poco sana. Para que me entiendas, hice como cuando vos y el abuelo Pepe me dabais galletas de aquella lata blanca de flores estampadas, amarillas y rojas. ¡Capaz que cabían noventa o cien galletas, ahí dentro! ¿Te acordás? Pues hice como me pasaba de chico, que tomaba una, y otra, y otra. Y luego roía los bordes ondulados de otra y luego mojaba en leche otra. Y así me comía media caja y luego no quería verlas más en un mes. Me colapsaba, me empachaba de galletas. Pues lo mismo: como las tardes en tu casa no podían ser sólo galletas, aquellos meses no podían ser todo deseo, pasión, sinceridad y demás equilibrios dignos del mayor malabarista hollywoodiense. Caí en el amor de película, y acabé como los diez negritos: que no sabía si me había matado yo, la otra o el mayordomo.

Sobre la muerte, bien lo sabrás, la olvidé hasta que amagó con llegar. Y yo que no supe qué hacer, llegó sin apenas darme tiempo para jugar a las carreras con ella, para llegar antes a esa meta que compartíamos: resulta que la muy puta pensaba en ti tanto como yo. Si me permites divagar, que sé que sí, diré que no veo justo que se le dé a la muerte ese aire de mujer. La muerte es algo no diré neutro, pero es distinto a cualquier género. Es una excusa, un gesto de apremio y nada más. Que me presenten al pelotudo que apeló al destino y yo buscaré al que se sacó la eme, la u, la e y tal de m-u-e-r-t-e. Y les diré, che, inventaron lo mismo, parecen ustedes ingleses, dos palabras para lo mismo, giles. El caso es que te fuiste y yo no estuve, ése es el caso. Luego vuelvo con el temita.

Pero vaya, también tengo buenas noticias. La primera es que lo anterior ya lo asimilé. La segunda es que, por el momento, que es lo que siempre valió, el mundo que veo va bien. Me refiero a los nuestros. Los de siempre siguen dándolo todo, vos ya sabés bien cómo son ellos; y por mi parte, conocí a alguien que mira de maravilla, que habla de maravilla, que escucha de maravilla, y sobre todo, que entiende y piensa de maravilla. Con calma, con sosiego: no sé, como esa gente que sí o no comprende los sentimientos y se conforma con sentirlos y ya, y se conforma con el aliento que tiene en este segundo. Y ya.

El tema es que, esta noche, viendo una película, aparecía una actriz que te evocaba con cada gesto. Al final de la película, se le iluminaba la cabeza ausente y soltaba una carcajada de niña. Y era como tú, y dije no puedo más, voy a escribirle. Dale, quedemos algún día, Leonor, para cantar algo. Sólo me apetece darte la mano, darte un abrazo, que me insultes, que me llames como quieras, que me muestres una vez más esa sonrisa a la que yo le puse Amor. Sé que donde fuiste no hay nada. Y lo prefiero, porque lo que por aquí se supone que es la muerte conlleva un continuo en el que creyeron faraones y apóstoles, y que hace que te lleves allá donde vayas toda la experiencia acumulada, y eso significaría que a vos te acompañó esa enfermedad de la putísima madre, y que quizás no recuerdas ya nada y que sigues sufriendo. Yo pienso que hoy eres aire, que eres un hertzio, un neutonio, un aleteo. Y te quería pedir que algún día acudieras a mi cita: yo cada día me acuesto esperando verte en unos minutos, pero todavía no tuve ese sueño. Dale, vení.

En espera de noticias tuyas, sepas que te extraño y que te quiero, vieja.

Con amor,

Tau de rec

3 comentarios:

  1. Ets el millor!! Me quedat sense paraules....

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  2. cada vez pienso más que me gustaría haberla conocido

    L.

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  3. No todos los tesoros son Oro y Joyas, camarada!

    Ya hace algun tiempo, bastante lejano diría yo... encontré el más valioso tesoro que pueda existir. Uno que vivió mil aventuras, acá y en Argentina. Uno que sabe expresar, luchar y sentir. Uno que si cae se levanta. Uno al que le auguran mil destinos y mil maravillas en este mundo.

    Ese tesoro eres si duda tú.

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No les pido que sean benévolos conmigo, sólo que sean respetuosos entre ustedes y con el mundo. ¡Gracias!