"Más de cien pupilas donde vernos vivos", Más de cien mentiras, por Joaquín Sabina.

3 jun 2010

Mi dietario irregular (XXXI): Intrépida crónica de dos semanas, por parafraseos (o El reflejo de la duda)


Las dos semanas, tan intrascendentes como otras cualesquiera, y tan pobladas de cronopios que acompañan y de soledades y reflexiones por parafraseos como ningún otro par. Las dos semanas que atizan al espíritu.

Llegamos al tramo final del mes y del frenetismo primaveral con la duda última, esencial. Una duda que abarca quilómetros desde mi posición, que se expande hasta el horizonte y hasta el tejado azul, hoy grisáceo. Una duda que se lleva escrita en la cara al alba y también en cada crepúsculo, grabada debajo de los párpados y en los labios y en la frente y sólo ensombrecida por nuestras máscaras venecianas, de esas que requieren un soporte, un brazo que queda inútil y que debemos escoger adecuadamente. La duda, en definitiva: ¿Qué?

Paramos, con
un alarido al parar.


Lista de preparativos: Pilotos, caimanes, chanclas, pantalones rayados, una toalla de playa, un puñado de gente normal, otro de bromas. Se acuerda el reparto de los disfraces, se olvidan sábanas y útiles para dormir: a la costa se va a no dormir, a soñar volando, a beber soñando. "En buena compañía podemos ser valientes", John Irving, The Water-Method Man.

Lista de la compra: Macarrones, tomate, cerveza. No hay cebolla, no hay picada, no hay un pimiento. Carne adobada, morcilla adobada, chorizo adobado, pinchos adobados, hamburguesas con orejas. Un mundo más amable, más humano
pero no menos raro.

Un edén improvisado y poblado de gente sin pretensiones, con llamas de tela, con payasos y magos, con los Bloodhound Gang. Un escenario que se envalentona bajo las miradas azules de la Luna, que distorsiona a los Adanes y los vuelve gálatas o argonautas, o martirizados semidioses desnudos, sólo tapados por la no-luz, por la vista gorda del astro más cercano. Un buen baño, siempre al lado de la Luna. Y la duda también viene a ese edén:

"-¿Qué punto de comparación tenés para creer que nos ha ido bien? ¿Por qué hemos tenido que inventar el Edén, vivir sumidos en la nostalgia del paraíso perdido, fabricar utopías, proponernos un futuro? Si una lombriz pudiera pensar, pensaría que no le ha ido tan mal. El hombre se agarra a la ciencia como de eso que llaman un áncora de salvación y que jamás he sabido bien lo que es", El Gran Cronopio, Rayuela.

En definitiva, grupos de Adanes que son valientes a fuerza de no saberse, pero sí intuirse insignificantes y juntos.


Se termina el parón, y una semana de faena ya no acecha. Ahora pisa cuellos. A uno siempre le entran ganas de meter en cualquier texto un parrafito con recursos metatextuales, egoísmos y justificaciones de ambas cosas -y por eso estas líneas-, y sin embargo nunca hasta ese día u otro posterior había logrado parir la frase que lo reuniera todo, que es esta, la que acaba con
esta no,
esa
palabra.
Comienza el combate: en una esquina, el tiempo, el favorito. En la otra, el malabarista, el utópico aspirante. Los segundos y los minutos y las micras se amontonan rápidamente alrededor del púgil circense. Un flaco boxeador que se defiende con oficio, que sabe cuales son sus armas: las del rival. El tiempo propone cinco ataques: tres trabajos, la inutilidad y una duda. El ahora trapecista o corredor de fondo cae en casi todos los asaltos: un trabajo de cruces y papeles encriptados, el vacío de no saber y no poder y el gran enigma. Caen chorretones de desatino que se mezclan con el sudor en sus mejillas.
El púgil hinca una
rodilla, y
la otra,
y
cae de bruces a la lona.
Y se levanta,
y así cuantas veces haga falta.
Usa los guantes del rival, y se somete a los trabajos forzados de la dinastía Qin para asumir la nobleza, para vencer, ser el ren. Y le sobran fuerzas, y usa los minutos para recordar. Y para pensar que il faut tenter de vivre. Y el tiempo lo noquea, pero se despierta de su letargo presenciando un Dalí dormido, un fulgor de una evidente cabellera argentina (Francis Scott Fitzgerald, The Notebooks) de la perfecta fusión de Talita y la Maga, ese cuerpo que es un ejemplo de malabarismo y de cómo vencer el combate día a día, por puntos.
Una Maga que cuando la duda asalta al estilo "-Y esas crisis que la mayoría de gente considera como escandalosas, como absurdas, yo personalmente tengo la impresión de que sirven para mostrar el verdadero absurdo, el de un mundo ordenado y en calma, con una pieza donde diversos tipos toman café a las dos de la mañana, sin que realmente nada de eso tenga el menor sentido como no sea el hedónico, lo bien que estamos al lado de esta estufita tira tan meritoriamente. Los milagros nunca me han parecido absurdos; lo absurdo es lo que los precede y los sigue" (Cortázar, Rayuela), comparte un té, tararea el Hallellujah con un susurro heredado de Cohen y dice "Está muy caliente, tené cuidado".

Y el púgil comprende que ni el tiempo ni el diablo le han vencido todavía, y que la Maga y Talita podrían haber sido más complejas y recónditas, y podrían haber sonreído como ella. Que encontró la canción, que se casó con la musa.


Y llega el momento de viajar, de surcar mares, de manejar dudas. Acompañan Julio Denis, Morelli, Rilke, Antón, Fresán y, cómo no, Las olas. Y debate con ellos, y se baña en piscinas de sal. Le dicen: "La acción puede servir para dar un sentido a la vida", y responde: "¿Sí?
¿Cuál?"

Y discuten: "Alguna vez dimos el paso equivocado. Ah, la pureza perdida", y responde: "¿Si?
¿Y?"

Y reflexionan sobre La Duda y caminan como El Nota, y concluyen que las palabras son perras negras (J.D.) que se hacen necesarias para existir. Que no se pueden obviar ni engañar, que nos tienen encerrados en un conducto circular, viscoso y vicioso. Y que La Duda está en ellas, en ese ¿Y?, y en aquel ¿Cual? y también fuera de ellas, que se extiende por el espacio que es y nos hace tambalearnos, que es líquida e interminable. Y que nos espera en el que no es, eternamente paciente y amiga. Porque La Duda, en realidad, es nuestro contenido y nuestro contingente.

Y viene, entrando por la esquina, la Relax Time Band, que sin quererlo atestigua nuestra teoría a base de versos y notas, porque nuestra teoría se atestigua con cualquier palabra:
"Me quedo, con suerte, tres mil millones de latidos", "I don't worry about a thing, I know nothing's gonna be alright", Jorge Drexler/Dr. Feelgood.
"Siempre que te pregunto que cuándo, cómo y dónde, tú siempre me respondes: quizás, quizás, quizás", Moodtown, versionando a Nat King Cole, versionando a Osvaldo Farrés.
"Que siempre ha habido chorros, maquiavelos y estafaos", Julio Iglesias, versionando a Enrique Santos Discépolo.
"That long black cloud is comin' down", Anthony and the Johnson's, versionando a Bob Dylan.
"Let there be wind, an occasional rain", Nat King Cole.
"I així robant temps al temps d'un rellotge aturat", Lluís Llach.
"A mí, que nada se me olvida", a través del Cigala, claro.


Y aquella semana todo sigue. Se sienta en una hamaca, con un combinado de whisky con cola, descalzo y cruzado de piernas. Con el alma desnuda entre las pestañas, con una flexión de felicidad ignota, pero latente, en las comisuras de los labios. Atizado por el viento y por las semanas. Con el mar mirándolo. Con La Duda, guiñándole un ojo. Adentro suyo, suelta un grito de lobo que no comprende ni razón ni fe, pero que está. Y visita infinitas islas ajenas, pisa y pensa donde piensa y como pisa Woody Allen, y vuelve a Palermo y a sus plazas y sus calles que huelen a pescado, a moscas, a mafia y a sal, a dos países. El tiempo batalla fiero, una lucha de lujo, de Gardel y LePera, y no lo vence. Y el malabarista pisa suelo firme a la pata coja, saltando de la Tierra al Cielo como los marineros de permiso. Pisa en positivo y piensa con un andar oscilante y tergiversado.


Y ocurrieron muchas cosas más. Pero me detengo, mostrando la duda en cada perra negra, en cada palabra, parafraseando a Villoro. Me detengo en ese instante de viento. En ese instante de alarido.


Tau de Rec, admitiéndolo: Sí, esta casilla no está mal.

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