Ya a bordo del Galatea, he empezado a estudiar algo sobre el mundo oriental. Sobre China, debo precisar. Lo hago para desintoxicarme de tanta política de comunicación, tanta noticia y tanta aberrante actualidad. Ayer leía sobre la distribución geográfica y demográfica del país -y sus porqués, que aunque mal explicados, eran la parte interesante-. Pero no me voy a desviar: quería hablar de la vergüenza que me da admitir que, hasta el momento, cada vez que pienso en lo que rodea al mundo chino, se me llena la mente de tópicos: grafismos extraños, ninjas, paredes casi de papel de fumar, Mao y antiguos emperadores que se parecen a Dogen, el de Lost. Así que me voy a tomar con humor el tema de hoy: el mito hispano del deporte.
Fernando Alonso volvió ayer por la puerta grande. La actual temporada, cual tablero de Risk, nos deja con un duelo entre británicos, teutones y latinos. El piloto asturiano pertenece a los últimos, por más que a nosotros nos suene a... chino que a un chicarrón del norte y a su cuello de buey se les considere latinos. Al grano: la prensa deportiva no hispana encasilla a nuestros deportistas, y el resultado son 'matadores' por doquier.
Alonso es el último, pero no el caso más flagrante. El espectacular piloto toma el relevo de un histórico del motor español, ese madrileño que hace un par de meses entraba a Buenos Aires riéndose de su mala suerte. Carlos Sainz es el 'Matador' español por excelencia, por mucho que a lo largo de su carrera las malas pasadas hayan hecho que su camino se asemeje más al del Viejo de Hemingway o al mismísimo Quijote. Ambos, Alonso y Sainz, han compartido, además del volante como herramienta de trabajo, dos rasgos identificativos. Uno y otro han sido pioneros en un deporte hasta entonces más que secundario en el país, y sobre todo, los dos tienen entre su elenco de cualidades una rabia interior que les hace competitivos como a nadie.
De la misma manera, con furia y con una diligencia pasmosa, se han encumbrado en otros dos juegos los del anuncio de los relojes. El tenista y el gigante. Nadal y Gasol. Los dos deportistas de moda en España han recalcado en el mapa la posición de su país. Ambos hercúleos, a su manera, uno con su sudor y otro con su barba, pero ambos con las mismas ganas y el mismo juego han hecho que los cronistas 'yankees' y europeos les hayan subido al carro de los 'matadores'. Es mítico ya el "Unos, dos, tres... olé" que le cantaron a Pau tras machacarle en la cara a 'The Big Ticket' Garnett -¡ojo, todavía sin barba!-.
La diferencia la da el fútbol, precisamente el lugar en que se originó ese mote. La vigente campeona de Europa, AKA la Furia Roja, ya es, hasta para los medios españoles, la Roja a secas. Y es que a los del deporte de los npobres, a los del fútbol, ya no les hace falta dar miedo con la vena patriótica. España tiene ahora estilo: salvo Tarzán Puyol y Idem de Camas, Ramos, todos generan valores positivos. Casillas es un santo; Xavi, el profe -que dice Manu Sánchez- o Humphrey Bogart -según el malogrado Montes-. Ni en The Kop le cantan Matador a Torres, que es 'The Kid'. Ni siquiera en Mestalla tienen nostalgia de un Matador, gracias a otro 'niño' como el 'Guaje' Villa. El 7 de España, asturiano, como Alonso. Cerramos el círculo.
P.D.: Dos pequeños apuntes antes de terminar: los verdaderos Matadores y la relación con el cine. Como no puede ser de otra manera, el concepto de 'matador' ha sido tocado por Pedro Almodóvar, el creador de las nuevas Castillas (su precedesor, Delibes, escribió las de mitad del siglo pasado), las que incluyen también a -e implosionan en- Madrid y se mueven por la imagen de la España morena, entrañablemente plana y castiza.
De nuevo en el fútbol, los dos grandes Matadores de la época moderna en no son españoles, sino sudamericanos. Dos estiletes de lujo, similares en su juego basado en la movilidad y el remate, heredaron ese sobrenombre al que se refieren Vicentico y sus Cadillacs en la célebre canción, no en España, sino en Argentina.
El argentino Kempes y el chileno Salas triunfaron allí y también en Europa, y sin embargo, ninguno de los dos jugó en el verdadero 'matador', esta vez un club: San Lorenzo de Almagro. Los azul y grana, desde Boedo, responden también al nombre de 'Ciclón' o 'el cuervo', pero el sobrenombre que hace referencia al diestro de la estocada precisa y exterminadora los identifica.
El protagonista de Almodóvar era un ex torero convertido en toro, en asesino amatorio. No era ningún héroe hispano, ni un Zorro encarnado por Banderas -que sí aparecía, neonato, en la producción del manchego-, ni un Pancho Villa con los bigotes de Depp. Ni siquiera era un Alatriste, al estilo del noble y susurrador Viggo Mortensen. Eso sí, el Matador debía haber sido él: y es que este yankee, de apellido danés e infancia argentina, es uno de los más ilustres hinchas de San Lorenzo (vídeo). Yo, la verdad, no veo al audaz Aragorn ni al enorme y penoso padre de The Road en el Nuevo Gasómetro.
Antes, lo veo en un papel reflexivo -aunque bien visceral, paradoja-, en plan Freud. Eso sí, a mí, lo que es matar, me mata más Waltz.
Tau de rec, embarcado, cerca de las costas ríoplatenses
El camino
Hace 5 días
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