EURÍDICE
Lo único malo de comprobar, ya en la distancia, la belleza de las cosas es ese temblor. Ese que nadie sabe y nadie ve, que solo existe de forma figurada o que acaso solo prende un profundo chispazo en las entrañas.
No hay un miedo mayor al que se puede sentir al evocar buenos recuerdos. Caras hermosas, situaciones memorables, palabras bonitas o conmociones placenteras. Cada vez que uno las ve en ese escrito o las oye en aquella foto, o las siente en ese aroma o en ese rostro que pasa por la calle detonando en la memoria la imagen de aquel otro rostro que alguna vez amaste... cada vez, el inherente miedo se torna manifiesto pavor. Una congoja te sube acelerada por el esófago hasta los abismos de la boca y ahí, su frenesí se disuelve y ella frena, y se queda a vivir en los labios durante un buen rato. El susto se regocija en ti, altivo y sabedor de que, aunque algún día un arte mágico te diera el poder de hacerlo, nunca te librarías de él.
La tragedia de evocar buenos recuerdos es que nos damos cuenta de cómo se crearon: todos, invariablemente, tienen una naturaleza azarosa. Fueron puros golpes de suerte, destino, azar. Contingencia o como quieran.
Y tiembla el alma, preocupada siempre por ese bendito castigo de tener que caminar a tientas, de no saber qué va a pasar, cuándo va a volver a ocurrir un pequeño milagro, qué día será el próximo júbilo. Tiembla de incertidumbre por si no se vuelven a repetir esos sentires inigualables, esas vicisitudes, por si no volveremos a encontrar momentos, pensares y acciones de esos que nos sirven para trazar un mapa de nuestra existencia.
Y tiembla el alma, preocupada siempre por ese bendito castigo de tener que caminar a tientas, de no saber qué va a pasar, cuándo va a volver a ocurrir un pequeño milagro, qué día será el próximo júbilo. Tiembla de incertidumbre por si no se vuelven a repetir esos sentires inigualables, esas vicisitudes, por si no volveremos a encontrar momentos, pensares y acciones de esos que nos sirven para trazar un mapa de nuestra existencia.
A veces, ese compañero imperdible que es la incerteza nos induce a error. Lo hizo con Orfeo, que dominaba a la perfección el lenguaje del sentir que es la música, pero aún así cayó en la equivocación de mirar atrás por puro miedo a no tener un futuro junto a Eurídice. Por miedo a la niebla y la soledad que veía frente a él. Miedo a que, después de mucho tiempo, ningún olor le acabara recordando a su aliento y ninguna señal le trajera a la mente su ya demasiado vago recuerdo.
Somos Orfeo a veces. Somos a veces los que pierden infinitas colecciones de futuros por pensar que podrían no existir.
Igualmente trágico es tomar conciencia de ese fenómeno: el temor, una vez razonado, pasa a ser por todo lo que nos podríamos estar perdiendo por temor. Distinto pero, entrañable y humanamente, sigue siendo.
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ORFEO
"Quizás era amor, / quizás improperios, / lo que callé"
"Hay piel / que sin más piel es/ inservible. / Desquicios / insensatos sin un buen soneto"
"Retrógrados / que piensan que el alma / no puede estar en un metacarpio, / no la podemos ver en un glúteo, / en el glande, en las plantas de tus pies. / Vocingleros superficiales que / la buscan en la mirada. / Descorazonados"
"Puedo pasar / meses / tratando de recordar / la última semana"
"Hablábamos del anhelo sin escuchar, / pidiendo, lejos. / Yo decía "tacto" donde iba ella, / ella donde yo / quién fuera, qué aguardara"
"Tirarse de espaldas / y quién esperabas, / haciendo cosas importantes"
"La chica de verde / y yo / nunca debimos hablar / o mataríamos nuestras historias: / yo, la suya; ella, la mía"
"El golpe seco de mi rostro / al caer desplomado / Y la sensación (y el hecho) / de despertarse cada día con la cara / mondada. / Cada día: / un ojo aquí, el otro / contigo. / Ladrona de botines, / de tocares, de verdades, / botín en ti misma. / La boca traspuesta y en carne viva que / se agriará una vez / descapulle y se alce / volando / la cicatriz. / Se levantará con ella el cuerpo / ya agrio y / descreído. / Liviano, / agrio, agrio"
"Lo que en este espacio quepa escribo. Al horizonte de la mente llévatelo. No lo pierdas en tu inmensidad"
" 'Chau', me dijo, y / pensé que me imitaba. / Luego me masturbé y, / en el hueco de su cuerpo, / mi propio saludo"
"Alevosía sí, / saña sí, / treta sí, / cábalas sí, / supina, no. / No pretendas pensar que de ti / sabes menos que lo poco que aparento saber yo"
"Qué apoteósico si su sexo es como / su cara. / Si ella te cabe en la palma de / la mano. / Si su nariz roza, como insinúa, / mi sexo. / Qué pena no / ser perros"
"Billinghurst, Araoz y tantos rincones / en los que tropecé. / Mal hice por fiar / a la palabra / el trabajo del / tacto"
"A ti, / que buscas redención, / te mostraría en / un parpadeo / cuánto, cómo y qué / es exactamente tu error"
"Escribir, / blandir la soledad, / sin embargo"